La inestabilidad cíclica es inherente al sistema de economía de mercado debido a la naturaleza misma del sistema. En un sistema de economía de mercado, los precios y las cantidades se ajustan automáticamente a través de la oferta y la demanda. Cuando la demanda de bienes y servicios aumenta, los precios suben y las empresas aumentan la producción para satisfacer la demanda. Sin embargo, cuando la demanda disminuye, los precios bajan y las empresas reducen la producción. Este proceso de ajuste de precios y cantidades puede llevar a fluctuaciones en la actividad económica que se producen en torno a su tendencia de largo plazo.
En economía, se denominan ciclos económicos, ciclos comerciales o fluctuaciones cíclicas de la actividad económica a las oscilaciones recurrentes de la economía en las que una fase de expansión va seguida de otra contracción, seguida a su vez de expansión y así sucesivamente.
Dichas oscilaciones de la actividad económica se traducen en fluctuaciones de la renta o producción aumentando y reduciendo la brecha con respecto a la senda de crecimiento potencial. Se entiende por senda potencial la evolución, generalmente en términos de PIB, que seguiría una economía si se utilizaran plenamente los factores de producción.
Aunque la producción ha experimentado una tendencia generalizada al alza en los dos últimos siglos, la evolución no ha sido constante, alternando continuas subidas y bajadas de los niveles de producción. Como es de esperar, estas fluctuaciones de la actividad tienen importantes efectos sobre otras variables como son el desempleo o la inflación, determinantes en el bienestar de la sociedad. Esta es la razón por la que los gobiernos se esfuerzan en anticipar y combatir los efectos perniciosos de estas fluctuaciones.
Hay dos factores a priori a la hora de evaluar, caracterizar y comparar ciclos económicos:
- su amplitud, el tamaño de la variación de la producción con respecto a la tendencia. Cuanto mayor es la amplitud de la fluctuación, mayor será la brecha de producción y mayores los desequilibrios que se provoquen en la economía y por tanto en el bienestar de sus ciudadanos.
- su duración, que se mide por el tiempo transcurrido entre pico y pico o entre valle y valle, es decir, una vez completado el ciclo completo de las 4 fases detallo a continuación.
Fases del ciclo
Podemos ver en la gráfica anterior que se han indicado las diferentes fases por las que transcurre un ciclo según coinciden la mayoría de los autores, a saber:
- Depresión o fondo: punto más bajo del ciclo, donde existe un nivel de producción bajo en relación a la capacidad productiva disponible. En estas circunstancias suele haber elevadas cifras de desempleo.
- Recuperación o expansión: se caracteriza por una aceleración del crecimiento de la producción y por lo tanto en los niveles de empleo e inversión de empresas animadas por una mejora en las expectativas de beneficios.
- Auge o cima: punto máximo del ciclo. Se produce un estancamiento en el crecimiento, síntoma de que ya no es fácil crecer a través del aprovechamiento de recursos ociosos, sino que es fundamental la realización de inversiones que eleven la productividad de los factores o recursos ya empleados.
- Recesión o contracción: fase decreciente del ciclo que puede producirse de forma suave o abrupta, considerándose en este caso que se trata de una crisis. La producción se reduce y con ella el empleo, así como la renta y el gasto.
La existencia de estos ciclos justifica, a ojos de muchos economistas, que el Estado intervenga en la economía con políticas estabilizadoras, políticas que reduzcan la amplitud y duración de los ciclos y, de esta forma, minimice el impacto sobre el bienestar de la sociedad.
Echa un vistazo a esta gráfica de la evolución del PIB en España durante los últimos 50 años para hacerte una idea del pasado económico más reciente de nuestro país.
¿Qué puede hacer el Estado? ¿Debe intervenir?
Las oscilaciones o fluctuaciones de la actividad económica tienen un impacto importante sobre el bienestar de la población porque afecta directamente a los niveles de empleo y alimenta ciertos desequilibrios. La postura del Estado entonces se enfrenta a la siguiente disyuntiva:
- Intervenir, llevando a cabo políticas de estabilización a través del gasto público y de los impuestos. En fases expansivas se detrae dinero del sistema a través de la subida de impuestos y contención del gasto público. En épocas de contractivas o de recesión se aumenta el gasto público para aumentar a demanda de bienes y servicios y se estimula al resto de agentes económicos para que aumenten su demanda reduciendo los impuestos y aumentando su renta disponible. Esta sería la postura de un economista de corte keynesiano.
- No intervenir, confiando en que el mercado se autorregule y la economía vuelva a una fase de expansión. Esta sería la postura de un economista de corte liberal o neoliberal. Ya en la década de los 30, durante la Gran Depresión, se constató que el mercado no siempre vuelve a recobrar el equilibrio y entrar en expansión. Desde luego no, sin asumir grandes costes personales y sociales en términos de bienestar.
Al fin y al cabo, son visiones opuestas de una misma realidad. Te dejo este vídeo en el que se caracterizan ambas posturas a ojos de dos economistas radicalmente opuestos en la visión del papel de Estado en la economía, J.M. Keynes y F. Hayek.
Un momento clave en el cambio de paradigma sobre el rol que el Estado debía ocupar en la economía fue el Crack del 29 y la posterior Gran Depresión. Hasta ese momento se había vivido una época de gran auge, de hecho se habla de los felices años 20. El mercado parecía coordinar la economía de una forma ideal, aunque no tardaría en mostrar su peor cara en forma de profunda crisis o depresión económica. Pero no fue solo el desplome de los mercados financieros ese fatídico 29 de octubre del 1929, sino la larga década que le siguió en la que economía americana apenas conseguía levantar cabeza. Echemos un vistazo a la siguiente gráfica:
Observa que entre el 29 y el 33 el PIB de Estados Unidos pasó de 800.000.000.000 de dólares a los 600.000.000.000, lo que equivale a una caída del 25%.
Es fácil intuir que una caída de semejante amplitud debió provocar una gran pérdida del bienestar de la sociedad. No solo porque la caída de la producción implica que las familias consumen menos y por lo tanto satisface menos necesidades. La parte más dura es, probablemente, el impacto sobre el empleo, y es que una caída de la producción implica una menor necesidad de factores de productivos, entre ellos el trabajo. Piensa en las consecuencias sobre las rentas que perciben las familias. Echemos un vistazo a la siguiente gráfica del empleo en la época.
Estados Unidos pasó del 5% de paro a más de un 20%. ¡Casi ná! El público, a partir de ese momento comenzó a respaldar la idea de que el Estado interviniera para poner límites a los desmanes de las grandes empresas y entidades financiera y para implantar ciertas medidas de estabilización para reconducir a la economía a una nueva etapa de crecimiento. En ese contexto, F.D. Roosevelt pone en marcha el New Deal, un amplio y ambicioso conjunto de medidas que tenía como objetivo reactivar la economía estadounidense. Si quieres profundizar en este importante momento de la historia contemporánea te propongo este documental y un vídeo bastante más breve que es una verdadera reliquia. Una publicación de la BBC de 1986 que se utilizaba en los institutos de mi época como alumno. Espero que te gusten y sean de utilidad.