Para conocer el proceso de formación del coste en la empresa es necesario disponer de un sistema de información adecuado, lo que implica que la empresa ha de diseñar una serie de procedimientos de medida y valoración de los factores consumidos, de los stocks y productos realizados, que le provea de información precisa y puntual y que le permita calcular los rendimientos y resultados de su actividad, así como conocer las desviaciones habidas respecto a lo planeado para poder tomar las decisiones oportunas.
La formación del coste total en la empresa puede ser contemplado como un proceso de agregación, en el que a partir del coste directo o básico y mediante sucesivas adiciones se llegue al coste total que asume empresa. En la siguiente figura presento este esquema general de formación del coste.
El coste básico o directo, también denominado coste primario, está constituido por aquellos elementos primarios que se consumen en el proceso productivo y cuya vinculación a cada producto puede conocerse con exactitud. Son la materia prima, la mano de obra directa, la energía y los componentes.
Sin embargo, los factores que constituyen el coste directo se combinan en colaboración con un equipo capital o inmovilizado (maquinaria e instalaciones productivas) y bajo una dirección técnica de la producción, además de otra serie de costes administrativos o financieros. De ahí la necesidad de agregar, en una segunda fase, una serie de elementos de coste que no están vinculados a ningún producto en particular, sino que afectan a todo el proceso o a la explotación en su conjunto, los costes indirectos, cuya imputación a productos o líneas de productos concretos se realiza según diversos criterios de distribución.
Un primer bloque lo componen los denominados costes generales industriales, que sumados al coste básico o directo resultan en el coste industrial.
Por otra parte, la producción realizada por la empresa ha de ser ofrecida en el mercado, ya que la empresa produce para vender y no para el autoconsumo, lo que origina unos costes generales de comercialización. Y además, la empresa en su funcionamiento necesita dotarse de unos servicios generales, de un personal y de una serie de órganos que no están específicamente dedicados a la producción o a la venta, pero que también generan unos costes, denominados costes de administración (personal administrativo, teléfonos, calefacción, directivos, etc.). Todos estos, en su condición de indirectos también afectan al conjunto general de la actividad, por lo que su distribución por productos o grupos de productos ha de realizarse igualmente en base a determinados criterios de prorrateo.
Estos costes generales de administración y venta, sumados al coste industrial, constituyen el coste de explotación.
Por otro lado, la actividad de la empresa requiere de una determinada financiación, propia o ajena, ya que, en definitiva, toda actividad empresarial puede ser contemplada como la aplicación de unos recursos financieros al proceso de la actividad económica. Ello da lugar a la existencia de unos costes financieros, respecto de los cuales hay que realizar una matización importante: por razones legales, la práctica contable sólo refleja como costes financieros los derivados de la utilización de financiación ajena, intereses principalmente, así como otros gastos derivados de la captación de recursos ajenos. Sin embargo, la empresa involucra, además, unos recursos propios, que no devengan intereses, pero cuyo coste de oportunidad si debiera ser considerado a efectos de un cálculo económico correcto del coste total de la empresa y, en consecuencia, del beneficio. Considerados todos estos costes financieros, su adición al coste de explotación resulta en el coste total de la empresa.