La historia del dinero es una fascinante travesía a través de los intentos de la humanidad por agilizar los intercambios con los que satisfacer sus necesidades sin tener que producir cada uno de los bienes que necesita para ello.. Si echas una breve lectura a este otro artículo sobre la “Especialización, división del trabajo e interdependencia” o a este otro sobre “El mercado y el intercambio” sabrás a lo que me refiero con eso de intercambios.
Desde los inicios del trueque hasta la emergencia de las criptomonedas, cada etapa ha representado un salto significativo en la forma en que entendemos y utilizamos el dinero.
El trueque es la forma más antigua de comercio, el más elemental método de intercambio en el que uno cambia lo que no necesita por aquello que desea y qué otro tiene, pero no necesita. Consiste en el intercambio directo de bienes y servicios sin la intervención de una moneda.
El trueque fue la forma de intercambio durante siglos en sociedades pequeñas y con necesidades simples, pero a medida que las comunidades crecían y se diversificaban, el trueque se volvía ineficiente ya que se enfrentaba a una serie de dificultades. La primera es que requiere de una doble coincidencia de necesidades, es decir, yo necesito lo que tu quieres intercambiar y tengo para intercambiar lo que tu deseas. Además, puede que las cantidades deseadas no sean las disponibles para el intercambio y el bien a intercambiar no sea divisible o fraccionable. El transporte es otro problema añadido en algunos casos, junto con el hecho de que los bienes a intercambiar puedan ser perecederos, lo que complica, aún más, las posibilidades de intercambio.
Por todo ello, surgió la necesidad de un elemento intermediario: el dinero, definido como todo medio de pago generalmente aceptado que puede intercambiarse por bienes y servicios. La historia del dinero comienza con el dinero mercancía, que consiste en el uso de objetos que tienen valor intrínseco además del que puedan tener como objeto de intercambio. Algunos ejemplos son el oro, la plata, la sal, el cobre o, en el caso de la antigua China, los ladrillos de té.
En todo caso, para que un objeto pueda ser considerado dinero tiene que cumplir las siguientes funciones:
- Unidad de cuenta. Tiene que servir para valorar bienes y servicios por lo que tiene que ser suficientemente divisible para que su uso sea generalizado.
- Medio de pago. Debe ser generalmente aceptado para realizar intercambios y saldar deudas.
- Depósito de valor. Debe permitir acumular poder adquisitivo qué puedo hacer usado en cualquier momento, por lo que quedan excluidos los bienes perecederos dada su durabilidad.
Un siguiente avance significativo fue la acuñación de moneda. Según el historiador griego Heródoto, las primeras monedas surgen en Asia Menor sobre el siglo VII a.C, curiosamente con el fin de facilitar la recaudación de los impuestos. En estas primeras acuñaciones suele estamparse la silueta del trigo o de reses con cierta finalidad didáctica y son aceptadas en un limitado ámbito geográfico.
Otras civilizaciones posteriores como los griegos y romanos, fueron pioneras en la creación de sistemas monetarios sofisticados, con monedas que llevaban la efigie de deidades o emperadores, lo que también servía como una herramienta de propaganda y control social. Será durante el Imperio Romano cuando surge la primera moneda usada homogéneamente en un amplio territorio: el denario (raíz latina de la palabra dinero). Se implanta la acuñación estatal, prohibiéndose cualquier tipo de acuñación particular. Estas monedas facilitaron el comercio a larga distancia y la acumulación de riqueza.
Denario de Trajano emitido en Roma en 114-115
El papel moneda representó otro salto evolutivo. No es más que un trozo de papel o similar con una impresión del valor que representa. Es decir, alguien con cierta credibilidad y seguridad (generalmente orfebres) se queda con mi oro o monedas y, a cambio, me da un papel que confirma que él lo mantiene en depósito y que se lo dará a cualquiera que se presente con ese papel, o similar.
Surgió en China durante la dinastía Tang y se expandió por el mundo debido a su conveniencia. Los chinos llamaron a los billetes “Dinero volante” debido a su escaso peso y facilidad de circulación. Marco Polo, el famoso explorador veneciano, fue uno de los primeros en describir el uso del papel moneda durante su viaje a China y, dado su origen no es de extrañar que ya en el siglo XII se establecieron en Génova y Venecia primitivos bancos de depósito, meros depósitos de seguridad que emitían letras de cambio que eran aceptadas por cambistas en los principales centros de comercio, principalmente en Barcelona, Ginebra, Brujas y Londres. Piensa en lo caro que podría ser embarcar moneda y lingotes de oro y plata para hacer negocios a larga distancia; además de lo inseguro, de ahí la rápida aceptación de estos certificados de depósito.
El descubrimiento de América y la explosión que eso supuso en el desarrollo de nuevas rutas comerciales fue un gran impulso al uso del dinero. En 1497 surge la primera moneda aceptada mundialmente, el Real de a ocho, también conocido como el “spanish dollar”.
Acuñada por el Imperio Español con la plata traída de América, del Potosí para más exactitud, y que surge para facilitar el comercio y explotación de las nuevas tierras descubiertas, así como África, China o la India. Puede decirse que es el comienzo del uso del dinero e intercambio de bienes a escala global.
El descubrimiento del nuevo mundo impulsa además el desarrollo de un sistema bancario para financiar las grandes operaciones mercantiles con las colonias. Los orfebres, convertidos en cambistas, comienzan a acumular grandes cantidades de oro y plata puesto que pocos depositantes reclaman su convertibilidad. Así los cambistas evolucionaron a algo más parecido a los banqueros que conocemos en la actualidad. Empezaron a emitir certificados de depósito en préstamo a cambio de una retribución en forma de interés. La mecánica sería la siguiente: el cambista presta dinero a un comerciante, quien tendrá que devolverlo junto a unos intereses. Es, en realidad, un dinero que no existía, al menos físicamente. Solo existe en las anotaciones contables del cambista, aunque sí es aceptado por otros comerciantes. El cambista, ahora banquero, acaba de crear lo que se conoce como dinero bancario, otro gran salto. Sin embargo, hay más certificados de depósito que oro y plata depositado en la caja. Si todos los poseedores de certificados reclamaran la convertibilidad al banquero al mismo tiempo, no habría suficiente y el banco no podría hacer frente a sus obligaciones de pago y entraría en quiebra.
Como decía, este proceso de creación de dinero bancario a través del crédito que llevan a cabo los bancos fue un gran salto en el papel de dinero como catalizador de los intercambios en el mercado. Aunque contribuye a dinamizar el comercio y el desarrollo de actividades productivas, también genera cierta inestabilidad dado el riesgo que asumen los bancos al prestar el dinero y el efecto contagio que puede arrastrar a otros bancos si uno de ellos quiebra. Piensa que si un banco quiebra, puede que los depositantes de otros bancos entren en pánico y quieran reclamar todos sus depósitos al mismo tiempo, provocando la quiebra de estos.
Estos riesgos se materializaron en no pocas ocasiones a lo largo de la historia, y muchas de ellas, por financiar las guerras de monarcas y nobles con ansias de grandeza. Solo para curiosos, aquí os dejo una pequeña lista de quiebras:
- 1569, quiebra de los Fúcares, una familia de las más influyentes en esta época con sede Medina del Campo.
- 1607, quiebra de los Tassis, otra familia muy influyente, en este caso de origen genovés.
- 1696, quiebra de la Banca de Inglaterra, por pura especulación y mala gestión del riesgo.
- 1672, quiebra de la Banca de Ámsterdam, arrastrada por la guerra Franco-Holandesa.
- 1763, quiebra de los Pignatelli, familia con conexiones entre España y Nápoles.
- 1811, quiebra de la Banca de Viena, arrastradas por las Guerras Napoleónicas.
- 1820, quiebra de los Rothschild, familia de banqueros europeos.
- 1929, con el famoso crack bursátil que hundió a EEUU en una profunda depresión.
Ante estos desmanes en el mundo financiero y por el poder que les confería, los Estados son los que comienzan a monopolizar la emisión y acuñación del dinero. Como hemos podido ver, durante mucho tiempo, el dinero estaba respaldado por un depósito previamente realizado en oro y otros metales preciosos, fuera en un cambista, un banquero o el mismo Estado. A partir del XIX se impone el Patrón Oro, que vinculaba el valor de la moneda al oro, proporcionando un sistema monetario internacional estable hasta su colapso en el siglo XX. El dinero era, por tanto, convertible, y los diferentes estados que lo emitían garantizaban dicha convertibilidad.
Será así hasta 1973, cuando el presidente Nixon, con una economía norteamericana ahogada por la deuda pública, consecuencia de su implicación en la guerra de Vietnam, decide revocar la convertibilidad del dólar. Muchos de ellos tenían su moneda respaldada por oro o dólares que a su vez estaban respaldados por oro. La decisión de Nixon arrastra al resto de países que comienzan a hacer lo mismo. Supondrá el disparo de salida para el dinero fiduciario o FIAT y la explosión de los mercados financieros que, sin lugar a dudas, han sido determinantes para configurar el mundo actual.
Como hemos podido ver, la era moderna ha visto la transición del patrón oro a monedas fiduciarias, respaldadas por la confianza en los gobiernos emisores en lugar de un bien tangible. Este cambio ha permitido una mayor flexibilidad en la política monetaria, pero también ha introducido nuevos desafíos, como la inflación y la devaluación de la moneda.
Las criptomonedas, como el Bitcoin, representan el último capítulo en la historia del dinero. Surgidas en 2009, las criptomonedas son monedas digitales que operan independientemente de los bancos centrales, utilizando la tecnología blockchain para garantizar la seguridad y la transparencia de las transacciones. Aunque todavía están en sus etapas iniciales de adopción, las criptomonedas prometen revolucionar el sistema financiero, ofreciendo una alternativa descentralizada a las monedas tradicionales.
La historia del dinero es un testimonio de la innovación y adaptación humanas. Desde el trueque hasta las criptomonedas, cada avance ha sido una respuesta a las necesidades cambiantes de la sociedad y ha dejado una huella indeleble en la forma en que vivimos y hacemos negocios.
Como hemos podido ver, el dinero ha favorecido el intercambio a lo largo de la historia, facilitando las transacciones multilaterales y permitiendo que puedan existir multitud de mercados. Y el intercambio, por su parte, contribuye a la eficiencia en su doble sentido. Por un lado, promueve la especialización y, por ende, el progreso técnico, permitiendo aumentar la productividad y que pueda producirse más con igual o menor cantidad de recursos. Por otro lado, el intercambio es beneficioso para los participantes y permite aumentar su bienestar con los mismos recursos.