Ya en otro artículo os hablaba de aquel modelo de mercado ideal sobre el que Alfred Marshall y otros economista neoclásicos habían desarrollado sus teorías sobre la dinámica de los mercados. Ese modelo de mercado ideal era el mercado de competencia perfecta. Echa un vistazo a ese otro artículo para recordar en qué consistían los supuestos de ese mercado ideal de competencia perfecta.
Como ahí ya escribía, esos supuestos distan mucho de las condiciones reales de los mercados y en este artículo me centraré en uno de esos supuestos, el que asumía que el mercado está atomizado, es decir, que ningún agente en el mercado, sea oferente o demandante, y sea en el mercado de bienes y servicios o en el de factores productivos, tiene el poder suficiente como para influir en el precio o las condiciones en que se intercambian los bienes.
En un mercado de competencia perfecta, tanto el precio como la cantidad de bienes a intercambiar venía determinada por la libre confluencia de la oferta y el mercado que determinaba un punto de equilibrio, un precio y una cantidad a intercambiar. En el mundo real, estarás de acuerdo conmigo en que es muy frecuente que las empresas determinen el precio de venta y no sea el propio mercado. Se produce porque el mercado es imperfecto. Lo habitual es que, sobre todo los productores, alcancen excesivo poder en el mercado, por alcanzar un tamaño o escala muy por encima de sus competidores o por llegar a acuerdos con estos. Ya Adam Smith escribía en su “Riqueza de las Naciones”:
People of the same trade seldom meet together, even for merriment and diversion, but the conversation ends in a conspiracy against the public, or in some contrivance to raise prices.
Adam Smith – The Wealth of Nations, Book I, Chapter X.
Traducido al español sería algo como: “Los comerciantes del mismo gremio rara vez de reúnen, incluso para entretenimiento y diversión, sin que la conversación termine en una conspiración contra el público, o en alguna estratagema para aumentar los precios.” Y así es, por diversas razones, los oferentes encuentran incentivos para llegar a acuerdos e influir en los precios o la producción perjudicando a los consumidores que no pueden adquirir las cantidades de bienes deseadas y, en muchos casos, a un precio más elevado.
Economistas clásicos y neoclásicos centraron su análisis en los casos extremos de competencia en el mercado. Por un lado, los supuestos de competencia perfecta donde, recordemos, la influencia era nula y, por contraposición, el monopolio, donde solo hay un productor y por lo tanto el control sobre el precio es total. La realidad es que, entre estos dos extremos, los mercados se organizan según un amplio espectro de estructuras intermedias según el grado de control.
El análisis de dichas estructuras imperfectas lo debemos a la por muchos considerada la economista más importante hasta el presente, la post-keynesiana Joan Robinson, que lo desarrolló en su obra “Economía de la competencia imperfecta”, publicada en 1933.

En el siguiente cuadro se resumen algunas de las formas que puede adquirir la competencia imperfecta:

Vayamos a definir cada uno brevemente:
Monopolio
Un monopolio es un mercado donde solo hay un oferente, una sola empresa que produce toda la oferta de un determinado bien y por tanto tiene pleno control sobre los precios; es por tanto precio-determinante, y no precio-aceptante como ocurría en el mercado de competencia perfecta. La existencia de monopolios suele estar relacionada con las barreras de entrada que impiden que nuevos productores entren en el mercado. Algunos motivos como pueden ser:
- el control en exclusiva de alguno de los factores de producción, es el caso de De Beers, que durante décadas controló la gran mayoría de minas de diamante del mundo.
- la existencia de patentes, que tienen como obejtivo incentivar la creación e innovación permitiendo que el inventor pueda obtener una retribución otorgándoles el derecho de uso exclusivo para producir, licenciar o vender el producto que han creado. Un ejemplo clásico es el Post-It de 3M, pero en realidad vivimos rodeados de patentes y es habitual que las empresas se enfrenten en costosos juicios por este motivo. Aquí os dejo un resumen sobre el largo conflicto entre marcas tan conocidas como Apple o Samsung, y aquí, una lista de patentes históricas curiosas.
- una amplia superioridad tecnológica, como fue el caso de Intel en la fabricación de microchips, que durante los 90 llegó a una cuota de mercado del 81.7% en el mercado de microprocesadores para computadoras personales.
- Monopolios naturales, que se dan en algunos casos en los que las características del producto o servicio hacen que sea más eficiente que una única empresa lleve a cabo la producción. Es el caso de la red eléctrica, por ejemplo.
Cuota de mercado:
Es la proporción de ventas que tiene una empresa o un producto en relación con el total de ventas del sector o del mercado en el que compite. Por ejemplo, si una empresa vende 1000 ordenadores al año y el mercado total de ordenadores es de 5000, su cuota de mercado es del 20%. La cuota de mercado se puede calcular dividiendo las ventas de la empresa entre las ventas totales del mercado y multiplicando el resultado por 100. La cuota de mercado es un indicador de la posición competitiva de una empresa o un producto. Una empresa puede aumentar su cuota de mercado ofreciendo productos de calidad, innovadores, diferenciados o con precios competitivos, entre otras estrategias.
Oligopolio
En el oligopolio solo existen unos pocos oferentes en el mercado, por lo que tienen cierto control sobre el precio del bien, sobre todo si coluden, si llegan a acuerdos de precios o cantidades a producir repartiéndose el mercado. Hay que distinguir además, entre oligopolios perfectos e imperfectos, según si el producto es homogéneo o esta diferenciado. Sirvan de ejemplo el petróleo, que es un producto homogéneo, y el mercado automovilístico, donde el producto es diferenciado.
El los mercado oligopolistas existe cierta interdependencia, en el sentido de que las acciones que tome alguno de los productores influye directamente sobre la demanda del otro productor, y es origen de gran incertidumbre. Ante un entorno tan impredecible, el oligopolista se ve empujado en una de las siguientes direcciones:
- Competir tratando de adivinar las acciones de sus rivales para alcanzar mayores cuotas de mercado y mayores beneficios. Cuanto mayor sea la competencia entre los productores menores serán los beneficios de la industria. La competencia en precio reduce los ingresos y la competencia en publicidad aumenta los costes.
- Coludir, actuar de forma coordinada con el resto de productores de la industria para maximizar el beneficio conjunto, asemejando los resultados a una situación de monopolio.
Si el oligopolio tiene lugar por el lado de la demanda, es decir, que hay poco demandantes o compradores en el mercado, se utiliza el término oligopsonio.
Es fácil encontrar ejemplos de oligopolio actuales. Por ejemplo, los navegadores de internet.
Veamos las cuotas de mercado en España en el año 2022 y la posición tan destacada de Chrome como líder del mercado.

Todavía más pronunciado si analizamos los buscadores.

Por el lado de la demanda, encontramos un claro ejemplo de oligopsonio en el sector de la distribución minorista en el que empresas como Mercadona, Día, El Corte Inglés o Carrefour concentran amplias cuotas de compra, algo que ha puesto en jaque tanto a marcas como a productores agrícolas que ven reducido su poder de negociación en mercados con tan pocos compradores. Te dejo un extracto, sobre la relación de Mercadona con sus proveedores, para reflexionar acerca de las prácticas a veces abusivas de algunas empresas dado su poder de monopolio o monopsonio.
Como mencionaba más arriba, en los mercados oligopolistas puede darse la llamada colusión, el acuerdo entre los competidores precisamente para no competir. El problema de estos acuerdos es que tienden a ser inestables ya que los productores tienen incentivos para no ser fieles a lo acordado y arañar así una mayor participación en el mercado. En el caso de la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, han sido frecuentes los desacuerdos desde su creación. Echa un vistazo a este artículo en el que se repasa la historia de esta organización.
En otras ocasiones, dadas las limitaciones legales, la colusión es tácita, supone un entendimiento no oficial o formalizado entre las empresas, en forma de liderazgo en precios, por ejemplo, donde existe una empresa dominante con importante cuota de mercado y que hace la función de líder al determinar los precios. Un ejemplo reciente de colusión tácita puede ser el del motor en España que, según el expediente de la CNMC, desde el 2004 hasta el 2013 intercambiaba información sectorial limitando la competencia e implicando a más de un 90% de la industria.
La competencia monopolística
En competencia monopolística hay muchos oferentes, muchos productores del mismo bien, pero con cierta diferenciación que les da un limitado control sobre los precios. La curva de demanda a la que se enfrenta es más elástica que en los casos anteriores. La diferenciación puede venir a través de la marca, las cualidades organolépticas, el servicio postventa o cualquier elemento de la cadena de valor del producto, y suele ser clave el uso de la publicidad como herramienta de diferenciación. Esta forma de competencia es muy común y se da en mercados tan diferentes como la telefonía móvil o la comida rápida.
La competencia monopolística, a nivel teórico, fue desarrollada a nivel teórico por Edward Chamberlin en 1930, tiene las siguientes características diferenciadoras:
- Los productos que se ofrecen se caracterizan por tener cierta diferenciación y es precisamente esta diferenciación la que hace que estas empresas puedan gozar de cierto poder de mercado, tengan cierta voz a la hora de fijar sus precios y no sean meramente «precio-aceptantes» como en el caso de la competencia perfecta. En muchos casos dicha diferenciación no es tanto en el propio producto, sino que puede ser en la localización, en la experiencia de compra o en el servicio postventa. Las estaciones de servicio, las farmacias, las peluquerías y las constructoras son ejemplos de diferenciación no basada estrictamente en el producto.
- Existe un número bastante elevado de empresas, por lo que cada una tiene una insignificante cuota de mercado y, por lo tanto, es improbable que sus acciones afecten considerablemente a sus rivales de forma que, al contrario del oligopolio, cada empresa puede tomar sus decisiones sin tener que preocuparse de cómo reaccionarán sus rivales.
- Existe libertad de entrada de nuevas empresas en la industria. Si una empresa quiere establecerse en este mercado, puede hacerlo libremente.
En competencia monopolística, la competencia entre las empresas no se realiza solamente en base a precios como en condiciones de competencia perfecta, sino que ganan importancia otros aspectos el desarrollo del producto y la publicidad.
El principal objetivo del desarrollo del producto es incorporar características al producto cuya demanda sea elevada o potencialmente elevada y que suponga un elemento diferenciador frente a los productos de los rivales. El desarrollo del producto no se restringe a las funcionalidades o características físicas, sino que se extiende, y mucho más en un consumo online cada vez mayor, a la experiencia de compra, la rapidez de respuesta, el servicio postventa o servicios complementarios como la financiación.
En relación a la publicidad como herramienta de diferenciación, no sólo tiene el objetivo de informar al consumidor de la existencia y disponibilidad del producto, sino que también trata deliberadamente de seducirlo e influir en sus preferencias de compra. No hablamos ya tanto de diferenciación real, sino que entramos en el terreno de lo aparente.
La publicidad está estrechamente relacionada con la existencia de marcas, de hecho, es condición necesaria para la obtención de un retorno de lo invertido. Existen discrepancias sobre el análisis económico de las marcas. Algunos economistas critican que las marcas llevan a los consumidores a percibir diferencias que no existen realmente. Atendiendo a los productos de marca blanca que podemos encontrar en supermercados, cuya demanda se disparó en tiempos de la anterior crisis, en muchos casos, el bien genérico es casi imposible de distinguir del producto de marca. La disposición de los consumidores a pagar más por el producto de marca, según estos críticos, es un tipo de irracionalidad fomentado por la publicidad.
Tanto la publicidad como el desarrollo del producto, si tienen éxito, no sólo aumentarán la demanda, sino que también harán que la curva de demanda de la empresa sea menos elástica al aumentar su fuerza de monopolio. Por contra, el desarrollo del producto y la publicidad también implican un incremento de los costes y es de gran importancia para la empresa valorar cuánto debe invertir en estos aspectos para maximizar sus beneficios.
El caso es que, cuando nos alejamos de aquel ideal de competencia perfecta con agentes económico atomizados, el mercado ya no funciona como se espera. La competencia entre los agentes y la búsqueda de su interés privado es clave para que el mercado resulte en asignaciones de recursos eficientes. Cuando la competencia en el mercado es imperfecta el equilibrio del mercado no será el deseado por la sociedad:
→ Si son oferentes los que pueden influir en el precio, el precio será más elevado que el que el de equilibrio y, por lo tanto, la demanda y la producción serán menores de lo que la sociedad desearía en un mercado perfecto.
→ Si son los demandantes los que pueden influir en el precio, … el precio será más bajo que el que el de equilibrio y, por lo tanto, la oferta y la producción serán menores de lo que la sociedad desearía en un mercado perfecto.
Es por este alejamiento de la eficiencia por lo que la competencia imperfecta es considerada un fallo del mercado como sistema de asignación de recursos. Un fallo con consecuencias perniciosas para la sociedad como las siguientes:
- Los precios son más altos. Si el mercado no está atomizado, los productores podrán llegar a acuerdos para subir precios.
- La calidad de los bienes es menor. Al haber pocas empresas, saben que venderán aunque su servicio no sea muy bueno.
- Hay menos innovación. Las empresas, al no tener competencia, no se ven forzadas innovar (la innovación genera externalidades positivas para la sociedad).
- Hay menos empleo. Como la producción es más baja se requiere menos mano de obra.